miércoles, septiembre 19, 2012
Un amigo en apuros
domingo, marzo 21, 2010
No quedan días de verano
Por supuesto, en lo primero que me puse a pensar es en música, en temas inspirados en la estación estival. Supongo habrá miles, o tal vez millones, pero en este momento solo recuerdo a “Los Perros Calientes” con “Bajo la rambla”, a “La Zimbawe” con “Verano del 57” y al dúo gallego “Amaral”, con el tema que da nombre al post.
Sin ánimo de profundizar –tengo mis prejuicios hacia la música pop- podría decirce que estos últimos temas sintetizan en pocas líneas todas las historias de verano.
“No quedan días de verano para pedirte perdón… para borrar del pasado el daño que te hice… sin besos de despedida y sin palabras bonitas, porque te miro a los ojos y no me sale la voz”, le dice ella a él en la canción, pero tranquilamente podría haber sido al revés, no? El otro tema, el de Los Perros (el autor es otro, pero no me acuerdo quién), es una historia que termina “bien”, pero termina, por eso el bien entre comillas. Ella le hace una promesa que, como gran conocedor del acervo de “historias de verano”, sospecho no se cumplirá… “tu me besabas, y me decías, me jurabas que de mi siempre seri-i-as”. El tema de Zimbawe me da la razón: “Hoy solo me queda tu recuerdo y la emoción, de aquellos momentos cuando el sol brillo… pintare tu nombre, en mi corazón, y nunca podrán borrármelo…”.
(También recuerdo “Verano del 92”, la de “Los piojos”, ahí no encuentro mucho para analizar, solo habla de fasoooo!!!).
De la canción pasé a la literatura, y recordé el momento de “El Gran Gatsby” (novela de F.Scott Fitzgerald) donde el personaje, en un momento de plena felicidad, mirando el atardecer en la bahía de San Francisco, piensa “pronto llegará el otoño y todo habrá terminado”.
Pero lo que terminó de motivarme a escribir sobre el verano fue una especie de “predestinación literaria”, ocurrida justamente este verano: a principios de febrero, estando en Necochea, se me ocurrió comprar un policial negro para leer en la playa. “Estas solo cuando mueres” de James Hadley Chase (el escritor favorito del personaje de “El reposo del guerrero” de Christiane Rochefort) me pareció la elección ideal, pero pasó algo extraño: por alguna falla de imprenta, o alguna truchada del vendedor, tras una portada que prometía crímenes y misterio, se escondía una de estas memorables historias de amor.
Increíble, justo cae en mis manos un libro que habla de lo que estuve pensando todo el verano. Son dos jóvenes que se conocen en un centro turístico: ella de una familia aristocrática, él trabaja como mozo en el hotel para pagar sus estudios; en el medio, un viejo obsesionado por una cantante lírica teje a través del tiempo lazos invisibles entre los dos. Parecía que la historia terminaba con el verano, se despidieron diciendo cosas parecidas a las que dicen las canciones, y volvieron a sus lugares (ella al norte, el al sur), a retomar sus vidas. Él sigue visitando al viejo durante más de treinta años, quizás con la secreta ilusión de volverla a encontrar y, al parecer, ella también, pero el viejo nunca le habló a él de las visitas de ella, ni viceversa.
Amén de la historia, que puede parecer algo trillada, Terry Kay (en una posterior búsqueda en internet pude averiguar el nombre del autor y título de la obra: “Ombra Leggera” –por el aria de Meyerbeer que obsesionaba al el viejo- o “Shadow Song” en su versión original) hace muy bien esto de “darle vida” a sus personajes. Por ejemplo, parece que la chica en cuestión, Amy, era particularmente bella, y el personaje, Bob, tenía sus reticencias por la diferencia de estatus social existente entre ambos. Un amigo en común lo allentará con una frase increíble: “burro campesino ignorante, la mujer más hermosa que verás en tu vida se arrastra como si tuviera plomo en el culo por culpa tuya, y tu sales con miss fealdad…”. Otro personaje, el señor Berguer, advierte sobre la tendencia de algunos viejos a “tirar de los hilos de las personas”, como si fueran marionetas.
Al parecer, eso es lo que estuvo haciendo Avrum Feldman con los personajes centrales de esta historia, parece haber estado organizando todo para que vuelvan a encontrarse, en su propio funeral. Y ha manejado bien los hilos, pero mejor no cuento más, sino pierde la gracia para quienes quieran leer el libro.
Obviamente, también el cine y la televisión se han ocupado de este tema.
Recuerdo especialmente la serie “Verano azul”, y un capítulo en que Los Simpson van de vacaciones a una casa que Flanders tiene en la costa (en este momento me estoy descargando el clásico cinematográfico “Verano del 42”)… también hubo una versión nacional, producida por Cris Morena, pero a esa mejor no recordarla…
Verano Azul relata las aventuras de una pandilla compuesta por cinco chicos y dos chicas de diferentes edades, entre los ocho y los diecisiete años, aproximadamente, y dos adultos cercanos: una pintora y un marino retirado, en una localidad de la Costa del Sol española.
Es interesante ver en todos estos relatos cómo los personajes pueden despegarse de lo que son en su vida habitual, es decir, cuando no están de vacaciones: sin nadie que nos conozca de antes, el único límite para mostrarnos distintos a nuestro yo habitual estaría en nosotros mismos. Así, Lisa Simpson consigue despegarse de su habitual imagen nerd y parecer “buena onda” a sus nuevos amigos de la playa… hasta que Bart arruina todo. Esto mismo se percibía en Verano Azul, son chicos de distintas edades, lugares y, probablemente, "niveles" sociales, que en ningún momento hacen referencia a “lo que eran antes”… pero bue, ya hablé en otro lado de “los viajes como sueños”.
Otra cosa interesante de ver es la forma difusa en que aparecen las figuras paternas (está bien, la figura de Homero como padre nunca fue muy definida que digamos, pero a los otros padres no los conozco). Los chicos vagan por la playa, se encuentran por la noche bajo el muelle, pasean en bicicleta por una ruta que serpentea entre acantilados, junto al mar (esta última imagen es de la presentación de la serie de TV Española), frecuentan a un viejo ermitaño que vive en un barco abandonado… en fin, cosas que no harían en su vida habitual; hasta los mismos Simpson parecen tener una vida mucho más estructurada cuando están en Springfield.
Este salirse de la rutina tiene que ver con lo que era vacacionar hasta no hace mucho: generalmente, ir de vacaciones, ir al mar, era visitar algún pueblo de pescadores, pintoresco y agreste, sin ninguna sofisticación. Así era el pueblo de Verano Azul y así parece ser el pueblo del mencionado capitulo de Los Simpson. Así es en las novelas de Moravia que transcurren en la Isla de Capri, y más o menos así es el recuerdo de los veranos de mi infancia en Necochea: cuando con un grupo de chicos y chicas, algunos más grandes y otros más chicos, algunos de la misma cuadra, y otros veraneantes como yo, cortábamos la calle 26, a la hora de la siesta, para armar partidos de paleta.
Bueno, esta es otra idea que me anduvo dando vueltas, el contraste entre mi idea (formada a base de recuerdos y de las obras mencionadas) y lo que en realidad son hoy las vacaciones: para empezar, las puertas de casa están cerradas, ya sea por la inseguridad o para que los pibes no se vayan a la calle (el tránsito ya no es el mismo en la 26); para seguir, ni en la playa se está tranquilo, ya que está repleta de boludos en cuatriciclo (a mi no me preocupa mucho que me pisen, pero el ruido me rompe soberanamente las bolas); y, para finalizar, todo –las comunicaciones, las aglomeraciones, etc.…- está dispuesto para que sigamos haciendo allá lo que hacemos todo el año acá. En fin, eso no son vacaciones para mi, por eso anduve mirando con cariño las costas del Quequén, que aún conservan aquella belleza agreste.
Con esto último me fui un poco del tema original, que son las historias de verano… pero no tanto: mi percepción es que las buenas historias ocurren solo en verano; pero en un verano donde uno pueda “reinventarse”, no en donde se repita la necedad habitual.
Otra cosa importante de mencionar es que las historias de verano son, en realidad, La Historia de algún verano: es decir, son cosas que pasan una vez, o a lo sumo un par de veces, para ser recordadas el resto de nuestras vidas. Momentos que conjugan como elementos sentimientos muy fuertes de grupalidad, estados personales particulares, y eventos de especial significación (como la primera experiencia sexual en “Verano del 42”, o la muerte de “Chanquete” en “Verano Azul”) hacen de aquel un verano a añorar.
Supongo que también pasarán cosas dignas de ser contadas en otras estaciones, pero seguramente se dan en menor medida. En todo caso, por algo los grandes romances, por más que sucedan durante un invierno y en Groenlandia, son catalogados como “tórridos”; es decir, por ahí el verano sea más un estado personal que la época de mayor cercanía con el sol.
En fin, “no quedan días de verano, el viento se los llevó, un cielo de nubes negras cubría el último adiós”.
martes, junio 23, 2009
Geometría básica, en el infinito, los extremos se unen...
Lo que yo digo es que un gobierno (o, en general, las personas) pueden hacer distintas cosas, algunas buenas y otras no tanto... al mismo tiempo.
Como decía Alfre Lewis Coser, en “Las instituciones voraces”, instituciones totalmente encontradas (ejemplifica con la iglesia y el partido comunista), mediante estrategias totalmente contrarias (celibato para unos, promiscuidad para los otros) buscan lograr el mismo objetivo: en el caso que analiza este autor, lo que se busca –y logra- es fidelidad absoluta, al partido o a la iglesia.
En el caso gobierno vs oligarquía terrateniente (léase De Angelis), lo que se busca es imponer una idea política, un modelo de país.
domingo, abril 19, 2009
No se por qué, pero este Blog sigue bancando a Purple y a Maiden :-)
Por supuesto, “la banda siguió tocando”. En 1995 grabaron un disco que nunca escuché (The X Factor) con un cantante malísimo. Después de ese fracaso de la banda, y de los propios como solista, vuelve Dickinson, pero ya me empieza a sonar algo repetitivo; grabaron algunos discos más pero no los registro. Lo ideal hubiera sido bajar la cortina después de “Fear…”, y así redondear una década brillante.
*Pensaba también poner como ejemplo a alguien del fútbol… a alguien que hoy sería Dios si se lo hubiera llevado aquel ataque de diciembre del dos mil (no doy nombre por que no me quiero ganar ningún encono, ya tengo unos cuantos)… después siguió con sus boludeces y hoy es un personaje bastante patético.
sábado, abril 18, 2009
Miren lo que se pierden por no estar en Face-book!!!
Bueno, parece que algo aprendí en Filosofía de la Educación... gracias por enseñarme a usar el "Windows Movie Maker" Antelo!!!
martes, abril 07, 2009
No se por qué, pero este blog sigue bancando a Román
Ehhh, que sensible estamos… yo no hablé de Riquelme!
Es cierto que no está para la selección, tampoco está para Boca, pero también es cierto que cuando el no está, el juego de Boca es mucho peor.
Sería bastante boludo, ahora que nos partieron el c… mal, ponerse a decir “si hubiera estado Riquelme contra Bolivia…”.
Lo cierto que, al no estar Román, se ha perdido una figura vital… a la hora de “cargar las tintas” sobre alguien.
Ahora estamos como desorientados: a quien le echamos la culpa de la desastrosa derrota y del peor juego???
No al carismático “D10s”, que la gran mayoría quiere… tampoco a nuestros multimillonarios representantes europeos, que la gran mayoría quiere; si ganan tanto no pueden jugar mal, los valores numéricos siempre son la mejor medida para estas cosas…
Entonces, si tenemos al técnico y a los jugadores que tienen que estar, cuál es el problema???
“El problema no es problema…” :-p diría Arjona… el problema somos nosotros!!!
Somos unos boludos que sufren y discuten por esa manga de hijos de p…… no es obsceno lo que ganan???
Diegote, ciento veintitrés mil dólares por mes, por “dirigir” la selección… Mersi, veintitantos millones de euros al año… etc… ni da para investigar lo que gana el resto.
Estos tipos juegan para ellos, les importan un carajo todos los boludos que hacen veinte horas de cola, que se gastan una parte importante del sueldo, que faltan al laburo, etc… para verlos JUGAR A LA PELOTA!!!
La verdad, llegué a la conclusión de que no puede representarme alguien que vive en un mundo tan distinto… por mi, que se maten todos, que pierdan todos los partidos por cinco a cero, que no clasifiquen para el mundial (por ahí, con suerte, algo así ayuda a remover algunas lacras como los Grondona), que se vayan todos.
Sería más representativo –para mi- un seleccionado armado con jugadores del ascenso, aunque no ganen nada, pero el típico exitismo Argentino no se bancaría eso… inventamos alguna mentira, le ponemos la camiseta argentina, y esperamos que ganen algo, así tenemos algo de que estar orgullosos como argentios… qué más nos queda?
No, la selección argentina está muy aburguesada, es hora de empezar a hinchar por los más débiles… AGUANTE BOLIVIA!!! (supongo que entre los veintidós jugadores y el cuerpo técnico, en un año no llegan a ganar lo que uno de los “Tops” de Argentina en el mismo tiempo).
Bueno, supongo que para Román vale la misma crítica, pero bue, en ese caso no puedo ser imparcial, el tipo hizo algunas cosas buenas con la pelotita vistiendo la azul y oro, y el cuore manda.
Saludos!
viernes, febrero 27, 2009
Qué amo/qué odio
No les pasó nunca? Entonces soy yo…
Cómo sería mi discurso de agradecimiento si estaría en el lugar de un actor que tiene que recibir un premio, pongámosle un Oscar?
Qué hubiera dicho, al finalizar aquel “Argentina-Paraguay” del ’96 en cancha de River, si yo fuera Chilavert, sobre el bombazo que Batistuta le clavara en un ángulo? y así sucesivamente…
A continuación, les dejo un recorte donde Alejandro Dolina habla brevemente sobre que cosas ama y que cosas odia.
Después, yo mismo, sin osar compararme con el maestro, pero haciendo como si fuera lo suficientemente importante para que a alguien (no pretendo tanto cómo un diario de tirada nacional) le importe conocer algunas de las cosas que amo y que odio.
Espero lo disfrutéis.
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AMO: Los sobresaltos deleitosos del amor y a la mujer que me ha hecho más hombre. El misterio del arte y las arduas dificultades del conocimiento. La voz de Carlos Gardel. A una paisanita que opera milagros con sus ojos chinos. Pisar las hojas del otoño y oír su crujido. Los valses de Chopin. El apetito de eternidad del hombre, o quizá la suprema compadrada de saber que uno va a morirse, e igual, atreverse a reír. A mis queridos Marechal, Borges, Sabato y Bioy. La inteligencia y la bondad, que son la misma cosa.
ODIO: Los crímenes que se cometen en nombre de una idea o una fe. El malandra puede arrepentirse, el fanático no. Detesto la soberbia de los imbéciles y la intolerancia de los virtuosos. Odio a la muerte y a sus hermanos: la soledad, la miseria, el olvido, el desencuentro amoroso. No me gustan los edificios de la calle Córdoba. La estupidez en la cumbre de la fama. No tolero la deplorable rumba "El manicero". Las tortas de coco y la política como ciencia. Pero lo que odio por sobre todas las cosas es a los refutadores de leyendas.
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Amo: los días frescos de sol. También viajar, sobre todo en días frescos y soleados. Amo, en esos días frescos y soleados, después del viaje, encontrarme en una playa, remojando las patas en el mar; y, también, si me da el cuero, correr junto a ese mar.
Amo la alegría genuina -ellos no pueden fingir- de mis perros, sobre todo cuando nos encontramos en lugares impensados.
También amo escuchar música (siempre que sea música), y la puedo disfrutar -según el estilo y la ocasión- solo, mientras manejo, o como ingrediente infaltable de algún encuentro memorable. Amo algunas melodías memorables, que pueden ser de Filio, de Fandermole, o de Maiden. Se puede decir que soy un “fetichista del sonido”: amo el sonido de algún disco muy bien grabado, a buen volume y en un buen equipo. También amo al jacarandá y al fresno canadiense, por su textura pero -sobre todo- por que son maderas indispensables para construir una guitarra. Esa guitarra, con micrófonos de Seymour y un ampli Boogie sería too much…
¿Los placeres de la vida? Por supollo, un buen vino, con una picada, precediendo el asado… o un buen champagne, en familia, con amigos (entregados al recuerdo de un pasado que -como tal- siempre fue mejor) o… bueno, etc.
Haciendo esto me di cuenta que hay muchas cosas que amo, eso es alentador, pero no quiero entrar en cursilerías hablando de La Mujer (o alguna de sus partes), la familia, etc.; vamos con lo que odio.
Odio esos días insoportables, húmedos y calurosos.
También odio los días muy frios, por que odio andar con mucha ropa.
Odio el ruido en general, pero sobretodo odio los electrodomésticos: no entiendo como aparatos tan pequeños pueden ser tan quilomberos.
Odio al tipo que estornuda en el tren, sobre todo cuando está sentado en el asiento de atrás. Odio a todos los parlantes de PC, no hay uno en que se pueda escuchar música con un sonido decente.
Odio a Cormillot, porque se muestra como un ejemplo de salud cuando en realidad me parece un tipo muy triste… debe ser por que se caga de hambre!!! Para mi “amargado” y “saludable” son términos inconciliables.
Odio que me quieran vender una pelotudez como si fuera importante, y que me llamen a las doce de la noche para medir que audiencia tiene esa pelotudez…
Odio lo “cuanti”, por que es avalar procesos de mierda con un resultado, y creer que “un millón de moscas no pueden equivocarse”…
Caramba, creo que también odio unas cuantas cosas… pero bue, no las quiero agotar, si les parece, la seguimos abajo.
Salu2