viernes, diciembre 29, 2006

Atajos que alejan (o Alejos que atajan)


Me comieron los mosquitos.
¿Será cierto que tienen visión infrarroja?
Me preguntaba de donde salen esos guachos, cómo me encontraron de noche y siendo el único ser humano –a pata- por esos descampados. Claro, debe ser cierto, habrán visto una bola roja correr por el costado de la autopista y se me fueron al humo… como ternero a la teta, como gallego a la gaita.

Está lindo el costado de la autopista para correr de noche, el problema es que los autos que van por la “colectora” lo tapan a uno de tierra, por que la colectora es de tierra… si, y los mosquitos que te morfan.

De regreso, muy cansado pero siempre a gamba, decidí tomar por una calle interior, por que el Belgrano está poco iluminado y no hay veredas; es decir, por que los colectivos –aún sin tener visión infrarroja- son más peligrosos que los mosquitos… peligrosos cómo loco con escopeta o como mono con navaja, y viceversa.

Tomé por una calle interna. Y venía muy contento, pensaba “que pegada, no conocía esta callecita pavimentada por la que no pasa un auto, y hasta tiene faroles en todas las esquinas!!!” Pero poco a poco la satisfacción por el hallazgo fue tornando en frustración…
“qué mierda pasa que no llego más, parece que esta calle chota se aleja cada vez más del Belgrano…”

Y si, parece que el supuesto atajo resultó una diagonal… “malditas diagonales, maldita ciudad de las diagonales, malditos todos los que viven en la ciudad de las diagonales, etc.”.

Y la diagonal terminaba contra la fábrica de “Coca Cola”, lugar que supo inspirar infinidad de fantasías en los niños de antaño. Por que ahí se fabricaba la misteriosa bebida y también –se decía- los fantásticos premios de las promociones (figuritas, platos, vasos… boludeces, pero fantásticas para los pibes). También se decía que cualquiera que trabajara allí, además de tener una gran sueldo, podía hartarse se Coca cola; era como el país de chocolate que visita Homero en sus sueños, pero de Coca Cola.

Si, y la bebida era misteriosa, por que en las casas se tomaba solo en alguna ocasión muy especial, y cuando ibas a los cumpleaños de tus amiguitos las viejas te la servían en jarra, bien diluida para que rinda más… un asco, como cucharada de moco o como pisar mierda en pata, o viceversa.

No, solo se podía acceder al misterio de la Coca Cola en esas salidas furtivas con tus amigos, en esas expediciones a barrios desconocidos, cuando dejando las bicicletas desparramadas en la vereda de algún kiosco encontrado por ahí, sentados en el cordón y al rayo del sol, disfrutábamos de la helada gaseosa que compramos juntando entre todos las chirolas que cada cual había birlado del monedero de su respectiva vieja antes de salir.

Otro elemento que agrandaba el misterio, ¿por qué ni en tu casa ni en ningún otro lado se podía tomar la Coca tan fría como en la vereda del kiosco?

También el sabor era distinto, mejor, aunque diera un poco de asquito compartir, por que siempre había alguno que no sabía tomar y te dejaba todo el pico babeado… ¿Ese sabor distinto sería el sabor de lo prohibido? Y, algo de prohibido tendría, algo de remordimiento nos daría tomar de esa botella transpirada ese brebaje tan frío como nunca se tomaría en casa alguna. Si es algo que no se hace comúnmente en casa puede ser que esté mal, por las dudas no se comentaba; se guardaba como un secreto de amigos, como el primer cigarrillo, como la primer borrachera o como la primera salida a un burdel.

Y es así como, hasta el día de hoy, muchos de mi generación al tomar una Coca creemos poder encontrar en esa botella de vidrio (con las de plástico ni lo intentamos) el sabor de aquellas tardes de verano, el sabor a prohibido y a niñez…

Pero ahí estaba, la calle por la que caminaba terminaba contra la fábrica y tuve que rodearla para completar mi camino.
Pude ver los pasajes por donde entran y salen los camiones en el medio de los cuales –a unos dos metros de altura- se sitúan unas oficinas alargadas, totalmente vidriadas. Para qué tanto vidrio, para qué tanta visibilidad, ¿será para poder tener un control exhaustivo de lo que los camiones sacan de la fábrica, será para que nadie se lleve una Mirinda de más? Se me ocurrió que la empresa no es tan pródiga con sus empleados como se pensaba.


También pude ver por una ventana la línea de producción, todas las botellitas avanzando en fila, como soldados esperando a ser llenados por el vital elemento.

Esas imágenes terminaron de disolver los mitos sobre “la Coca” que guardaba de la infancia…
“maldito panóptico que maximiza los beneficios de la mezquindad… maldito capitalismo industrial avanzado con sus líneas de producción robotizadas y sus botellas de plástico”.

Finalmente, el atajo me alejó pero parece que alejarse no es tan malo; igual llegué a destino.
Además, por lo visto, alejarse puede servir para pensar y para recordar; de hecho, entre otras cosas, este escrito también fue pensado en el tiempo de más que me llevó llegar a casa.
A su vez el escrito, con todos sus desvíos y diagonales, también resultó un atajo.
Básicamente, aunque me desvié hacia cosas que ni pensaba y me alejó de otras que si pensaba, casi como en un “libre fluir de la conciencia” el texto llega a su destino final/inicial: reestablecer el contacto.

Feliz 2007 para tod@s
Es un deseo de Coca Cola

viernes, diciembre 15, 2006

CERRADO POR VACACIONES

Este sitio permanecerá cerrado durante todo el verano, época en la que –si bien no logro alejarme mucho ni por mucho tiempo de me ciudad natal- por los inconvenientes de “servidor” conocidos por tod@s estaré alejado de los entornos virtuales.


En este caso, contradiciendo el típico lema de “call center”, debo decir “SU CONSULTA SI MOLESTA”. Desde este momento no respondo más mails, mensajes o llamados telefónicos a no ser que se trate de alguna invitación para correr atrás de la pelotita.



Nos vemos
El enamorado que no sabe chiflar bajito pero tampoco se suicida.