viernes, septiembre 21, 2007

La mentira de los servicios privados

Los que estamos en el tema, sabemos bien que las escuelas privadas, salvo honrosas excepciones, obedecen más a una lógica de costo-beneficio que a lógicas estrictamente pedagógicas. Así, estando los costos representados mayormente por “los gastos en capital humano” y los beneficios por las cuotas que pagan los alumnos, resulta totalmente falsa la creencia de los padres de que “por que pagan una cuota obtienen una mejor educación para sus hijos”; lo cierto es que las condiciones de trabajo, en la mayoría de las escuelas privadas, son sumamente precarias, por lo que los docentes con mayor capacitación y experiencia prefieren trabajar en el sistema estatal.

No tengo mucha data para hablar sobre salud, pero muchos comentarios indican que la atención dentro del sistema privado no es todo lo buena que se podría esperar. En ambos casos, tanto en escuela como en hospital, el argumento más fuerte para elegir el sistema privado parece ser el miedo a la proximidad con aquellos que viven otra realidad social.
Respecto a la seguridad, por estar emparentado con alguien que se desempeña como “transportista de cargas” (léase fletero), he tenido la oportunidad de presenciar la conversación que este mantuviera con un Comisario de Policía en circunstancia de sentar una denuncia por el robo de un “equipo completo” de cemento (treinta toneladas).
-El comisario, visiblemente irritado por la torpeza del pequeño-empresario que no tomaba ninguna “precaución extra” para el traslado de tan valiosa carga, sugería constantemente opciones posibles para evitar -a futuro- dicho inconveniente... al que el mismo no podía dar solución.

Más allá de las sospechas de connivencia entre delincuentes y policía que generó esta situación, y más allá de algunas parodias de eficiencia policíaca que debimos soportar, quedó flotando la pregunta de “¿si el mismo comisario admite que no puede hacer nada, salvo recomendar seguridad privada, para qué le estamos pagando un sueldo de comisario, en concepto de qué?, ¿no sería mucho más conveniente para el estado contratar un dependiente o pasante que dé los mismos servicios (informes) a cambio de una remuneración diez veces menor a la de un Comisario de Policía?"

Sarcasmos aparte, el empresario decidió contratar un sistema de seguimiento satelital (más precisamente, Lo-jack) para sus camiones; las “motos” con custodios siguiendo constantemente a los camiones y los seguros de carga encarecían sensiblemente el producto final.

Algunos años después, el lunes 17 de septiembre de 2007, el mismo transportista sufre otro robo; esta vez no interesaba la carga sino el camión. La policía, como buen organismo del estado, no hace nada.
La seguridad privada, tampoco: al parecer, todo el sistema de Lo-jack se sustenta en el simple (y débil) hecho de que el chofer, poniendo en riesgo su propia vida, apriete un “botón de pánico”.
También parece que la compañía desconoce el “modus operandi” de los piratas del asfalto, que lo primero que hacen es reducir al chofer del vehículo a robar, imposibilitándolo para cualquier pedido de ayuda, y secuestrándolo durante el tiempo que les lleva encontrar y anular los sensores del sistema de seguimiento satelital, para liberarlo a las dos horas –aproximadamente- cuando, a los ojos del gran hermano Lo-jack, el vehículo no existe más.

Vale aclarar que estoy totalmente en contra de los que piden [más] “mano dura” o “justicia por propias manos” de la sociedad civil; pero muchos de los que –con razón- hablan en los medios en contra de las posturas mencionadas, son personas acomodadas que desconocen el enorme esfuerzo que representa para una persona de clase media acceder (y mantener) a una herramienta de trabajo tan costosa como puede ser un camión.

Si la indefensión es total, si le estamos pagando el sueldo a un comisario solo para que nos informe de los beneficios de un sistema de seguridad privada, y si estos últimos se limitan a “cobrar la cuota” sin brindar ningún servicio a cambio, alcanzando así niveles ideales de eficiencia dentro de un esquema costo-beneficio; es decir, tampoco sirven para nada. ¿Cómo pedirle a alguien que no defienda con su propia vida lo que toda una vida de esfuerzos le costó?
Ahi se ven

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