lunes, diciembre 24, 2007

El espíritu navideño de Henry Miller*

Estaba leyendo una novela de Miller (Nexus) y, en un capitulo que transcurre en época navideña, me sentí muy identificado con algunas formas de ver y sentir que tiene el autor con respecto a esta época. Por ejemplo, empieza diciendo: “...Para aumentar mi angustia, se acercaba la navidad. Era la época del año que no solo detestaba, sino que, además, temía. Desde que había llegado a la edad adulta, nunca había conocido una navidad buena. Por mucho que me opusiera, el día de navidad siempre me encontraba en el seno de mi familia: el caballero melancólico envuelto en su negra armadura, obligado como cualquier otro idiota de la cristiandad a llenarse el buche y escuchar la cháchara del todo vacía de su parentela...”
Hasta donde llegué a leer, el personaje vive una relación bastante atípica con su mujer (Mona) y una amiga de su mujer (Stacia), que para mi son “tortas”. “...Como esperaba, hacía las tres de la mañana del día de navidad, las dos llegaron tambaleándose y como cubas. El muñeco que habían llevado consigo, parecía haber recibido una paliza...” (es muy lindo lo del muñeco!!!).
Al otro día, tenían que ir a comer a la casa de los padres de Henry (no les conté, parece autobiográfica), imagínense, las minas amanecieron con una resaca que no podía ser. “...me pareció que lo mejor que podía hacer era dar un paseo....haría falta por lo menos una hora para poner presentable a Stacia, además, necesitaba respirar un poco de aire puro...” “Recordad, dije al abrir la puerta, tenéis una hora justa, no mas, si para entonces no estáis listas, saldréis como estéis”.
Salió a recorrer el barrio: “...hacía una mañana clara y fría. Durante la noche había caído una ligera nevada, suficiente para que fuera una navidad limpia y blanca...”

Después de recorrer los muelles fue hacia el barrio de los extranjeros. “...Un poco mas adelante me tropiezo con un par de mexicanos pendencieros, borrachos, demasiado borrachos como para poder asestarse puñetazos....y ahora, de la puerta lateral de un bar antiguo salen un par de zorras del aspecto mas inmundo que imaginarse pueda; salen tambaleándose a la clara y brillante mañana soleada de un día de navidad limpio y blanco. Una se inclina para levantarse las medias y cae de bruces; la otra la mira, como si no se lo creyera y sigue adelante tambaleándose, con un pie calzado y el otro descalzo. Serena dentro de lo que cabe, va tarareando una canción.
Un día espléndido, la verdad. ¡Tan claro, tan estimulante, tan tonificante! ¡Si, al menos, no fuera navidad!...”


Yo, personalmente -aunque no soy practicante- no tengo nada en contra de la navidad. Lo que me tiene un poco fastidioso son lo parientes que están por venir; sobre todo, al cuñado de mi vieja a quién llamamos “el avaro”, no se como me lo voy a aguantar...

“...todo lo que se decía se había dicho ya, y del mismo modo, exactamente mil veces. Mis respuestas eran también las mismas de siempre...”
Después de un rato en la mesa, uno empieza a mirar cada vez mas seguido el reloj “...¿y cuando podríamos despedirnos sin parecer que nos largábamos corriendo? Yo ya estaba impaciente por pirármelas...” Esto es algo que empiezo a pensar a eso de las diez:
“¿por lo menos cinco horas mas???
Siempre es bueno -si se puede-, hacerse una escapada entre comidas, y dormirse una pequeña siesta, como hicieron Mona y Stacia: “....¡Que astutas!, pensé para mis adentros. Eran ellas las que debían estar quitando de la mesa y lavando los platos. ¡Dolor de cabeza!....¿cuanto tiempo dormirían esas dos borrachas? Si descansaban, quizás no les importará tanto el tiempo que nos quedásemos. Yo sabía que tendríamos que tomar un bocado antes de marcharnos. No podía escabullirse uno a las cinco o las seis de la tarde. Tampoco podríamos escaparnos sin reunirnos en torno al árbol y cantar esa canción espantosa....”.

Parece que familiares molestos, quilombos para organizar, y borracheras se encuentran en todos lados (por lo menos, en la sociedad norteamericana de los treinta, y en la de Berazategui del dos mil tres). Habrá que superarlo de alguna manera, tratar de ser simpático con los familiares, y pensar en algunas cosas buenas, como los amigos y seres queridos, que con un llamadito o un mail te recuerdan que te tienen en cuenta; o el abundante morfi o escabio que se suele destilar...

Así que disfruten con sus seres queridos -aguanten a los no tanto-, tiren algunos cuetes, y delen sin asco al escabio, que ¡Una vez al año, no hace daño! Pero ojo, esto último con moderación, está bueno llegar a casa “hacía las tres de la mañana, tambaleándose y como cubas. Con un muñeco que habíamos llevado, que parece haber recibido una paliza”, pero no al punto de que alguien crea que nos unimos a un culto de “adoradores del ídolo de porcelana” -como me pasó hace poco- por que eso es muy feo.

Bueno, les mando un abrazo grande -un beso a las chicas-, espero que la pasen bien, y -como siempre- les deseo lo mejor.

elcersio


*El texto es un refrito de algo que hice circular por mail para la navidad de 2003. Como me parece que ninguno de uds. estaba en esa lista, y por que es menester colgar algo conmemorativo de esta fecha y no tengo otra cosa, y por que estoy haciendo limpieza en la compu, lo cuelgo, aunque hoy la situación –por suerte- no sea exactamente la misma que hace cuatro años.

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