¿En el interior se garcha mas? *
Ya hace un par de meses que “uno de nosotros” me lanzó, entremezclada entre otras tantas disquisiciones existenciales, la afirmación que titula a este artículo (la interrogación es mia).
Sabedor de que en poco tiempo pensaba hacer una breve incursión a los inexplorados –por lo menos para mí- territorios norteños, sugirió utilizar dicha proposición a modo de hipótesis: que podría corroborar o falsar (al mejor estilo Cervini) durante mi expedición.
Ahora ya estoy de vuelta y descansado de mi duro trajín (?), así que he decidido, entre otras cosas, “socializar” los resultados de mi observación:
Los datos no parecen brindar pruebas contundentes a favor o en contra de la hipótesis de investigación...
Para empezar, en mis primeras escapadas nocturnas de exploración, trate de detectar prácticas que pudieran facilitar el análisis estadístico para la corroboración de la hipótesis en cuestión. Pero fue en vano: por mas que lo intenté –se los puedo garantizar- no pude localizar ninguna partusa, las prácticas orgiásticas brillaron por su ausencia –al parecer los Satyros y las Bacantes también se tomaron vacaciones y el viejo Dionysos ya debe estar jubilado- , ... ni siquiera una mísera “menage à trois” pude encontrar (¿se escribe así?)... Así que tuve que conformarme con escuchar una muy linda guitarreada en la plaza de Amaicha del Valle... ¿Swingers?... Bien, gracias...
En fin, estas cosas parecen encontrarse mas fácilmente en la noche capitalina, que a veces se extiende hasta pasado el mediodía...
Sin desanimarme, y viendo que esta línea de investigación no daba los resultados esperados, decidí observar las prácticas “más normales”:
A nivel puramente estadístico no se observan diferencias significativas entre Buenos Aires y “el interior” (como si Bs. As. estuviera en el exterior). Pero sí parece haber un leve sesgo positivo hacia el grupo de “turistas” o “mochiler@s”, si lo comparamos con l@s “locales” (en una de esas deberiamos profundizar en esta línea investigativa...). Tal vez las muestras ya estaban sesgadas, o tal vez tiene que ver con el fervor de las vacaciones lejos de casa, el ojo del observador pudo haber sido afectado por las condiciones experimentales, o tal vez se deba a algún otro factor misterioso al que nos tienen acostumbrados las Ciencias Sociales...
Sin embargo otra cosa que me llamó la atención –y es esto a donde queríamos llegar- tiene que ver con los modos de relacionarse entre las personas, y es aquí donde parecen encontrarse ciertas diferencias entre los grupos “interior” vs. “BA”:
Al parecer ciertas formas de organización societal conformadas en las grandes urbes parecen favorecer algunas matrices particulares de relacionamiento interpersonal (y por qué no intrapersonal), al mismo tiempo que desfavorecen otras.
Para aclarar un poco el asunto podemos recurrir, para no perder la costumbre, a la literatura: autores como Aldous Huxley (“Un Mundo Feliz”), o George Orwell (“1984”) imaginan sociedades ficticias -¿o predicen estructuras en función de lo que su sociedad dejaba ver?- en donde se destruyen, o mejor dicho se alteran, las relaciones interpersonales hacia una matriz en donde prima la falta de compromiso, la promiscuidad, etc. Todo esto en funcion de “construir” sujetos mas eficientes (palabrita muy usada en las últimas décadas), mas leales y mas dóciles.
En el caso de Huxley, mostraba una sociedad en donde se deconstruían las subjetividades “tradicionales” (por usar algún término, no creo que sea el mas adecuado, pero es el primero que encontré) y se implantaban conciencias que correspondieran funcionalmente con un adulto extremadamente eficiente en lo laboral, pero aun a costa de comportarse como niños en lo emocional. Esto incluye el recurrir a alucinógenos para huir de la realidad, el no mantener parejas estables, el eliminar todo indicio de relación familiar (“madre” era una “mala palabra”) y todo eso que ya saben... Aquí el amo y señor era el “mercado de consumo”, y no por nada su dios se llamaba Ford,... y a veces Freud.
En el caso de Orwell (“1984”, la del “Gran Hermano”) la situación es parecida a la anterior, pero aquí lo que intenta asegurarse al “destruir” toda relación personal o familiar, es la lealtad al Estado. Hacen falta sujetos dóciles y sumisos, leales y convencidos de que el Gran Hermano los protegerá... capaces de delatar a sus padres si el “deber” hacia el estado lo requiere...
Otro ejemplo de estas prácticas puede observarse, al parecer, en “Las Instituciones Voraces” de Lewis Coser: donde se explica que el partido bolchevique promovía la promiscuidad como medio de sujeción (¿para que vas a buscar pareja afuera del partido si acá las tenés regaladas?) y control hacia los miembros del partido (ya que todo aquel que no lo hiciera se transformaba inmediatamente en sospechoso de traición).
En todos estos casos se puede ver como la disolución de las relaciones personales favorecen ciertas formas de gobierno de los sujetos, y como la deconstruccion de ciertas matrices de relacionamiento interpersonal conforman subjetividades que pueden ser funcionales a muy diversos fines... ( pueden repasar Foucault, Deleuze, etc.)
No se trata necesariamente de prohibir el contacto entre las personas, que se hablen, o que se miren, sino que se pueden promover otras formas de relación que generan una comunicación ficticia, (¿a qué les suena?). Y esto no tiene tanto que ver con los medios que utilizamos para comunicarnos, o con la cantidad de las comunicaciones, sino con lo que transmitimos en una relación. (¿de esto es lo que habla “Amor Liquido”?, si alguien lo tiene a mano, pásemelo que quiero echarle una ojeada).
En estas sociedades que describen Orwell, Huxley y Coser son mal vistas las relaciones estables, duraderas… profundas.
Aquí es donde toda esta sanata y el divague intelectual previo enlaza con la hipótesis que dio origen al articulo:
Al parecer en las grandes ciudades actuales se produce un fenomeno similar: la gente que vive en la ciudad es, en términos productivos, más eficiente que la del interior (por eso somos “la gran cuidad”). Pero hay indicios que para lograr eso hay que desprenderse de las relaciones que nos implican perder “valioso tiempo”, y el poco tiempo que nos queda no vale perderlo en asuntos que de seguro nos “complicarán la vida”. En las urbes parece avanzar cada vez más una matriz de relacionamiento en donde las comunicaciones parece ser mas frías, vacías, sin arriesgarse al compromiso. Como me llegó en un mail “...tengo la sensación que, afectivamente, nos comportamos como niños: vamos a los boliches, histeriqueamos, nos mostramos, tranzamos, hasta –con un poco de suerte- garchamos… pero todo efímero, sin comprometernos, sin arriesgarnos a que el asunto nos robe una noche de sueño...” (Pomelo dixit; 2007).
En la breve intervención que hice hacia el interior parecía sentirse algo distinto en la gente del lugar (tal vez sea sólo una percepción alterada), en un breve intercambio de palabras o un cruce de miradas podian inferirse muchas cosas que hablan de una búsqueda de relaciones mas profundas, que se yo... tambien se dan relaciones fugaces, pero creo que esos son efectos y no intenciones, y allí es donde radicaría la diferencia... Tal vez busquen los lazos fuertes que nosotros despreciamos...
Para finalizar: ¿En el interior se garcha mas?... no tengo ni la mas pálida idea, pregúntenle a alguien que haya viajado mas al interior... del país.
*Por Coconut Groove.