El asunto del mail rezaba “El juguete rabioso” pero, aunque conocedor de que se trataba de un plagio a la obra de Arlt, el título no buscaba ninguna relación con la historia del libro homónimo.
Debo reconocer que fui imprudente, que no lo tuve en cuenta, pero algunas de las respuestas recibidas me recordaron la forma en que un título puede predisponer al lector.
Por un lado “elfa malvada”, tratando de relacionar el final de esta historia (por que lo de esa guitarra también fue una historia) con el relato de Arlt decía no recordar en qué había terminado la historia de Silvio Astier; por otro lado, el detective Coconut Groove (ya aparecerán sus fotos) me preguntaba –después de uno de sus típicos “ah bueno”- si “¿no será demasiado comparar una guitarra con el juguete rabioso de Arlt?”.
Tuve que reconocer a ambos que, en realidad, todavía no había leído el cuento. Que el significado del título era mucho más obvio: “una guitarra es algo con lo que uno se puede divertir y en ese sentido sería un juguete; por otro lado, aunque no creo que se pueda adjetivar algo como la música o el sonido (¿qué es una música alegre o triste?, el que se pone alegre o triste es el que la escucha; ¿cómo es un sonido brillante, y uno oscuro?), había que describir de alguna forma el sonido de esa guitarra particular y, en ese sentido, el término `rabioso´ -por comparación- se ajusta bastante a la realidad”.
Un poco avergonzado por no haber leído ejemplar tan caro a nuestra literatura, esperé a tener un poco de tiempo y salí corriendo al cachimbo donde compro los libros para conseguir una copia y tratar de encontrar, lo antes posible, respuesta a las cuestiones planteadas. Veamos que encontré:
Lo primero que me llamó la atención fue una especie de identificación con el mundo que describe Arlt. Es raro, uno siempre anda hurgando entre autores extranjeros y de diversas épocas para poder acceder a “otros mundos posibles” pero en este caso me deleitó, me dio como una sensación de comodidad, esa cosa familiar del arrabal, del empedrado matinal todavía húmedo de rocío, de los carros feriantes tirados por caballos, etc., todas cosas que quedan un poco lejos en el tiempo pero todavía son parte de nuestra cultura.
Otra cosa que me sorprendió fue el lenguaje. Durante la lectura me encontré con cantidad de palabras que no había escuchado nunca como “correveidile”, “cariacontecido”, “bigardón”, “ranún”, etc. Pensé que se trataba da palabras compuestas (por ejemplo las primeras dos) o términos lunfardos, pero al buscarlas en el diccionario comprobé que, en su mayoría, tienen usos aceptados por la real academia española… en ese sentido Arlt se parece a su personaje, un lumpen ilustrado, alguien que mezcla lo marginal con “lo culto”, el argot con los libros de ciencia o literatura. Habrá que darle la derecha a doña Rosa, a medida que pasa el tiempo nuestro lenguaje se empobrece, se degrada. Por mi parte me he propuesto incluir algo de “terminología Arlt” a mi vocabulario, ya la verán en mis escritos… por lo pronto ya la estoy usando para tachar al novio de mi hermana de “badulaque”, “cernícalo”, y “perdulario”.
Respecto a la historia en particular, es un relato típicamente posmoderno. Ya dijo Llotard que el posmodernismo marca el fin de los grandes relatos. Se imponen las “historias mínimas”, comunes, poco utópicas; a diferencia de relatos como el de Aquiles (por poner un ejemplo) cualquiera puede vivir una historia como la de Astier, quizás esa identificación, esa posibilidad es lo que nos seduce de este tipo de relatos.
Por este carácter de la obra es que no se puede dar respuesta a la cuestión planteada por “elfa más mala que una araña”. ¿Cómo termina la historia? La historia no termina, en realidad se trata de una serie de sucesos que le ocurren en determinado periodo de la vida a un personaje que ni muere ni “come perdices”. Aunque –aparentemente- sobre el final Silvio encuentra lo que buscaba, no se sabe, el libro podría ser un capitulo de una historia mucho más extensa, la de toda su vida. Yo, personalmente, para terminar la historia en forma consecuente con lo que fueron sus sucesos anteriores, hubiera agregado un renglón diciendo “nunca más volvió a ver al ingeniero Arsenio Vitri” (aquel que iba a facilitarle el cambio de vida que esperaba).
Respecto a la pregunta de Cristian (ouchhh!!!), en realidad me quedó la duda, no estoy seguro a que se refiere con “juguete rabioso”. Por el arma que ilustra la portada, por los inventos explosivos de su infancia o por las correrías delictivas que protagoniza con sus amigos Lucio y Enrique en los primeros capítulos uno espera que “el juguete” sea algo siniestro, alguna forma de organización delictiva, algo que mate.
También el desarrollo de la historia nos hace esperar un desenlace de este tipo. Ya en su adolescencia Silvio debe ganarse su propio sustento y pasa las peores penurias en busca de un empleo que se lo proporcione. Los malos tratos, la desidia y los abusos que sufre hacen pensar que el autor está armando una justificación del tipo “en este país una persona buena, inteligente y con ganas de trabajar se encuentra con tantas frustraciones que, al final, no le queda otra que salir a robar”. Pero no: Silvio sigue intentando, aun después de un intento de suicidio se repone y sigue buscando “ganarse el pan con el sudor de su frente”.
Al final Astier conoce a una persona con la que planea un robo importante. Así el lector cree que la historia se encamina hacia el desenlace esperado, que el personaje terminará por realizarse como bandido o como “fiambre”; aunque siempre memorable, por que su personalidad está destinada a ello, parece que el destino no puede depararle más que una de esas dos posibilidades.
El no tiene claro por qué lo hace, pero lo hace. Parece ser la búsqueda de algo, de algo muy propio como ese secreto inconfesable o de algo que por medio del recuerdo y la vergüenza le permita saber verdaderamente quién es. Parece lógico, el personaje experimenta una degradación continua y, quizás en forma inconsciente, cree que es necesario llegar a lo más bajo, tocar fondo mediante la traición para poder empezar de nuevo; para verse obligado a dejar atrás al yo anterior y emerger como una persona nueva, quizás ya no memorable. Tengo la sospecha de que el juguete es eso, la esperanza de algo providencial (no importa que), algo que pueda torcer el destino.
En definitiva, si mis cavilaciones son válidas se podrá decir que si, que es demasiado llamar a una simple guitarra “juguete rabioso”. Como algo que provoque la muerte, aunque la tomemos del mango y demos de guitarrazos a algún desgraciado, es poco práctica; como objeto providencial que cambie una vida es poco probable.
Bueno, mis queridos pelafustanes, esto es lo que pude obtener de mi ojeada a Roberto Arlt. Quien quiera agregar precisiones o cuestiones que hayan escapado a mi análisis, sobre todo si tiene la posta sobre qué quiso decir Arlt con lo de Juguete Rabioso, será bienvenido.
Será hasta la próxima.